Juguetón

De niño me enseñaron que jugar estaba bien... pero nunca me advirtieron de las consecuencias.

Recuerdo que hace mucho mucho tiempo me divertía con ella.

Nos divertíamos juntos.

Eramos dos niños muy traviesos. Ella siempre sonriendo y sinvergüenza, y yo intentando seguirle la corriente. Nos entreteníamos, nos entendíamos, y todo lo que ocurría era auténtico y hermoso.

La recuerdo gateando desnuda por toda la habitación y yo intentando correr atrás de ella sin resbalarme.

Pintabamos las paredes con comida, cualquier cosa que teníamos para tomar nos la echábamos encima, y en el piso dejabamos los rastros de los juegos que hacíamos.

A veces nos bañabamos juntos y cantabamos las canciones de nuestras películas favoritas.

A veces jugabamos a las escondidas, y aunque ella siempre elegía esconderse debajo de la mesa, me encantaba hacerme el sorprendido cada vez que la encontraba.

Teníamos la relación más especial del mundo.

Eramos tan inmaduros.

Eramos tan atrevidos.

Recuerdo que no fue hace tanto tanto tiempo que todo esto terminó, pues su marido llegó antes de tiempo del trabajo y nos encontró en el sillón en medio de una lucha de spaghetti tan salvaje como sensual.

Ya no es tan divertido. Ya no es tan peligroso.

Supongo que a esto se refieren cuando dicen que el hombre tiene esta... "manía", curiosidad, adicción, envidia, NECESIDAD por lo prohibido.

Antes éramos niños jugando. Ahora somos dos viejos aburridos que arruinaron una familia, que provocaron un desastre en la vida de muchos, que rompieron corazones, vínculos, y muebles por la cabeza.

Ya no hay ganas de jugar.

Y si no se puede jugar, ¿para qué vivir?

¡BANG!

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(Nota del autor: No sé qué es esto que acabo de escribir. Una mezcla de géneros e ideas mal resueltas que no tengo ganas de arreglar. Por ahí alguien me entienda. Jajaj!)

(¡¡¡SIGAN JUGANDO!!!)