Llegó la hora -dijo la Morsa- de hablar de muchas cosas:
de zapatos y barcos y sellos. De repollos y reyes. De por qué el mar está hirviendo y de si los cerditos tienen alas. (
Lewis Carroll)
¿Tú tienes alas?
(Y de acá para abajo escribo YO)

sábado, 5 de septiembre de 2009

Enemigo

Me miraba directo a los ojos. Serio. Desafiante.
Me miraba enojado, como si tuviésemos cuentas pendientes.
Me miraba concentrado, recorriendo mis rasgos y mi interior, en desaprobación.
Me miraba con dudas, como si conociera mis últimas decisiones.
Me miraba y a veces se reía, practicando una sonrisa que le quedara bien, como si a él le quedara mejor el disfraz, como si pudiese algún día tomarme por los hombros y arrastrarme tras el frío vidrio, y luego intercambiar papeles.
Quería convertirme en su prisionero y fingir ser mi persona, con mi gente, en mis sábanas, en mi banco del curso, en mi lugar en la mesa, en mi lugar en el mundo.
Tuve que explicarle lo que este rol significa para mí. Es mi vida, mi persona, mi creación, mi perfección (aunque imperfecta) mejor lograda.
Seguía mirando.

Me cansé y hoy rompí el espejo de mi pieza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario