Llegó la hora -dijo la Morsa- de hablar de muchas cosas:
de zapatos y barcos y sellos. De repollos y reyes. De por qué el mar está hirviendo y de si los cerditos tienen alas. (
Lewis Carroll)
¿Tú tienes alas?
(Y de acá para abajo escribo YO)

sábado, 12 de junio de 2010

Cuento distorsionado

- Papá...
- Hacé silencio que quiero escuchar cuando pasen.
- ¡Papá!
- ¿QUÉ?
- ¡Quiero crecer!
- ¿Y yo qué tengo que ver con eso?
- ¡Vos podés volar! ¿No podés hacerme crecer?
- El simple hecho de que yo tenga alas, no quiere decir que pueda hacerte crecer.
- ¡Pero también podés hacerte invisible! ¿No podés hacerme crecer un poquito?
- Nací con células pigmentarias de camaleón, yo no tuve nada que ver con eso, y no, no puedo hacerte volar.
- ¡Pero papá!
- Dije que no.
- ¿No querés o no podés?
- Ambas.
- No te creo.
- Hacé silencio que quiero escuchar cuando los delfines pasen nadando por la puerta.
- ¡Pero papá...!
- ¡Silencio! ¡No me hagas castigarte!
- ¡HACEME CRECER! ¡HACEME CRECER! ¡HACEME CRECER!
- Me cansaste...

El padre desplegó sus alas, y entre sus tentáculos comenzó a formarse una nube de algodón de azúcar cada vez más y más grande. La nube lo envolvió como un capullo de gusano, y segundos más tarde, había desaparecido.
El hijo se quedó atónito ante tal espectáculo, y cuando quiso gritar llamando a su padre, notó que su tono de voz había cambiado. Tenía la garganta más ancha, y el piso más lejos de sus ojos.

- ¿Crecí?
Dijo el hijo ahora adulto. Y comenzó a llorar.
Entendió entonces el castigo de su padre, que lo perseguiría para el resto de sus días.
Viviría inmortal como un hombre adulto, y no podía ni imaginar lo que eso significaba... pues ya no tenía imaginación.
A veces no es lindo crecer.

1 comentario: