Llegó la hora -dijo la Morsa- de hablar de muchas cosas:
de zapatos y barcos y sellos. De repollos y reyes. De por qué el mar está hirviendo y de si los cerditos tienen alas. (
Lewis Carroll)
¿Tú tienes alas?
(Y de acá para abajo escribo YO)

lunes, 16 de noviembre de 2009

Ouch!

Sé de la historia de un alienígena que volaba por el universo en su cometa azul, que era más como un laberinto de problemas. Como una selva, donde tenía mil lianas para agarrarse, pero muy pocas en las que podía confiar. Él saltaba de una en otra sin importar su destino. Así la conoció a ella: la marcianita más hermosa del espacio.
No, así no era.
Creo que era algo más como que eran un chico y una chica en el patio del colegio. Ella con sus amigas, tímida pero intrépida, casi desafiante. Él solitario, pero alardeando de su fama mediática (como temporal, y quizás disparador de muchas de sus historias) y algo más confianzudo de lo común. El primer paso lo dieron ambos. El resto fueron tropezones.
Era algo más así pero tampoco así.
Recuerdo muchas cosas, pero no recuerdo nada. Estuve inconsciente. Fui un inconsciente. Pelotudo, también se puede decir.
Me dijeron que escribir sobre lo que se quiere superar es la mejor herramienta para hacerlo. Pero no puedo. Digamos, puedo escribir. Pero no quiero superarlo.
Y así termino escribiendo sobre marcianas sexys.



Necesito otra oportunidad.
VUELVE PERRO ARREPENTIDO, dicen. Lo que no sabían es que vuelve más hambriento, feroz, valiente y enamorado que nunca.

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