Llegó la hora -dijo la Morsa- de hablar de muchas cosas:
de zapatos y barcos y sellos. De repollos y reyes. De por qué el mar está hirviendo y de si los cerditos tienen alas. (
Lewis Carroll)
¿Tú tienes alas?
(Y de acá para abajo escribo YO)

lunes, 1 de febrero de 2010

Cuento de Terror Nº 3

- ¡Auxilio! -gritó Jane.
Y él la miraba tras el espejo.

Un polarizado presidencial separaba a su cuerpo sobre la camilla de su miedo más grande.
Tres golpes tras el vidrio le indicaron que no volviera a gritar. Más le valía.
Jane se encontraba tendida boca arriba,
contando absolutamente todo:
  • Los veinticinco segundos cada los que parpadeaba el tubo de luz en el techo.
  • Los Tic Tok del reloj en la pared.
  • Los ruidos de timbre al otro lado de la puerta.
  • Las mil cincuenta y seis pulsaciones por segundo que emitía su corazón asustado. O mil cincuenta y ocho, algo así.
Jane transpiraba, nerviosa, con miedo a toser, gritar o murmurar algo. No quería apurar el trámite.
Tras el vidrio el hombre afilaba y probaba sus herramientas,
sonidos agudos y taladrantes.
Probablemente lo primero que haría su enemigo sería inyectarle algún sedante o estupefaciente para extirparle ese molesto diente.
Con tan sólo cinco años es lógico que a la pequeña Jane no le guste ir al dentista.

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