Me senté a esperarlo en mi rincón preferido del patio.
No creía que apareciera, pero había escuchado historias sobre él.
Decían que vestía un traje sobre su pelaje blanco, y que siempre andaba a las corridas.
1, 2, 3, 4. Ví al sol pasar de una esquina del cielo a la otra.
El pasto se tiñó de un rosa anaranjado, y el calor de la tarde me puso a soñar.
Me ví nadando en un mar de lágrimas,
escuché el canto harmónico de un león junto a un unicornio,
regué un jardín repleto de flores que me sonreían al pasar,
y bailé junto a reyes y reinas en un castillo.
4, 3, 2, 1. Desperté súbitamente y seguía en mi rincón.
El conejo blanco me despertó, apuradísimo.
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