Llegó la hora -dijo la Morsa- de hablar de muchas cosas:
de zapatos y barcos y sellos. De repollos y reyes. De por qué el mar está hirviendo y de si los cerditos tienen alas. (
Lewis Carroll)
¿Tú tienes alas?
(Y de acá para abajo escribo YO)

domingo, 16 de agosto de 2009

Cuento Fantástico Nº 1

Había una vez una tierra de miel y jugo de sandía. Su rey gobernaba desde la luz en el lejano horizonte hasta la sombra tras la última piedra, sin nadie que discutiera sus órdenes ni quien reclamara más de lo que les ofrecía. El rey nunca salía de su castillo.
Todos los años, en el primer viernes del mes de septiembre, largas e incontables filas se formaban tras los portones de su fortaleza. Carruajes y carpas a los costados del camino esperaban días y días para avanzar. Algunas tardes sólo conseguían avanzar dos o tres espacios.
Era tradición del rey buscar todos los años a aquella doncella que se considerara y fuera digna de ser su esposa. No sabría decir si el rey era merecedor de una doncella tan dotada o inteligente como las que en su fila esperaban, pero su poder y fama lo transformaban en el hombre más tentador en el planeta. Brad Pitt un pepino, decían.
Los consejeros reales se encargaban de enviar cartas escritas con pluma de pavorreal y tinta de calamar a toda aquella mujer con un puesto en la realeza y con medidas cercanas a los 90-60-90. Aquel año enviaron 2457 sobres sellados con cera (cantidad récord). Era un trabajo arduo y agotador, y era un pedido bastante exigente... pero ese año sólo 2456 mujeres pasaron por la habitación y cama del rey al terminar octubre.
Sin haber encontrado a la mujer perfecta que lo complaciera, e indignado ante su ausencia, el rey decidió salir de su castillo en busca de la arriesgada y valiente princesa que no respondió a su llamado. Cabe reconocer que este hecho provocó al rey aún más, tal fue así que salió junto a sus caballeros en la expedición más larga que jamás hizo en su vida. Seis kilómetros, para ser más exactos, que de paso le sirvieron para conocer el reino que nunca había pisado.
Atravesó bosquecitos, un riachuelo y un cajón de arena, y el rey llegó a la alta torre donde habitaba la doncella.
El dragón que cuidaba su refugio le indicó (sí, un DRAGÓN PARLANTE y además buena onda) que la princesa había pasado los últimos meses durmiendo en su cama, sin jamás haber vuelto a despertar, y sin que ningún conjuro ni magia pudieran despertarla de su pereza.
En esta parte de la historia podría contar que el rey debió darle un beso a la princesa para que despertara; pero -...y qué desagradable- fue más que un beso, y la princesa nunca despertó.
Desde aquel día el rey mudó a la princesa a su castillo. La pobre jamás se enteró, prisionera de un profundo sueño, y el rey, al fin, fue feliz hasta su muerte.
Fin.

MORALEJA: Dormir no más de 9hs por día.
El próximo cuento será más apto para infantes y el dragón tendrá mayor participación en la historia, lo prometo.

3 comentarios:

  1. A ver si ahora te sale mi comment pedazo de negra fiera...jajaja

    Muy bueno el cuentito...veo que empezaste a darte muy temprano xD

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  2. muy buen blog!! la verdad inspira!!! abrazos!!

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  3. Muy buen contenido....saludos desde Venezuela!!!

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