Llegó la hora -dijo la Morsa- de hablar de muchas cosas:
de zapatos y barcos y sellos. De repollos y reyes. De por qué el mar está hirviendo y de si los cerditos tienen alas. (
Lewis Carroll)
¿Tú tienes alas?
(Y de acá para abajo escribo YO)

domingo, 9 de agosto de 2009

Sweet Drugs

Tengo una metáfora, una muy dulce metáfora, para describir esa pena que me escarba cada rincón de la mente. Porque, ¿qué debe hacer uno cuando cada momento, sueño, ruido o silencio, lo hacen necesitar una dósis más?
Es una adicción, y mi mayor preocupación no es lo que evoca la palabra, sino su crudo significado.
De Googlear rescato lo siguiente: "Es la necesidad que desarrolla un organismo de una situación, un objeto, o de consumir una sustancia para experimentar sus efectos...", y bla, bla, bla. Pero sí, algo de eso. Más como algo que se ha vuelto psicofísicamente imposible de controlar.
Axel, Yo y mi otro Yo; todos igual de boludos y adictos. Pasándonos la bola uno al otro. Por que en esta cabeza-cuerpo NADIE se hace cargo. No.

Si cierro con llave, yo mismo soy capaz de traicionarme y abrir nuevamente.
Si decido escaparme y concentrarme sólo en mis canciones, por mis auriculares escucho mi voz, diciendo lo que menos quiero escuchar. Aquello que YA SÉ, y basta de repetirlo, por favor.
La mano en el mouse, recorriendo la red, buscando cualquier ridículo tema que me saque de esto... y siempre volviendo al mismo link.
¿Qué irónico, no? Es como querer empezar una dieta y darte cuenta que para eso deberías tirar la leche condensada y los brownies que tenés en la bandeja. ¡Qué difícil! Jaja. Y esa es mi dulce metáfora. Y esa es mi adicción: a vos. Y he aquí mi empalagosa realidad.

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