Tengo una metáfora, una muy dulce metáfora, para describir esa pena que me escarba cada rincón de la mente. Porque, ¿qué debe hacer uno cuando cada momento, sueño, ruido o silencio, lo hacen necesitar una dósis más?
Es una adicción, y mi mayor preocupación no es lo que evoca la palabra, sino su crudo significado.
De Googlear rescato lo siguiente: "Es la necesidad que desarrolla un organismo de una situación, un objeto, o de consumir una sustancia para experimentar sus efectos...", y bla, bla, bla. Pero sí, algo de eso. Más como algo que se ha vuelto psicofísicamente imposible de controlar.
Axel, Yo y mi otro Yo; todos igual de boludos y adictos. Pasándonos la bola uno al otro. Por que en esta cabeza-cuerpo NADIE se hace cargo. No.
Si cierro con llave, yo mismo soy capaz de traicionarme y abrir nuevamente.
Si decido escaparme y concentrarme sólo en mis canciones, por mis auriculares escucho mi voz, diciendo lo que menos quiero escuchar. Aquello que YA SÉ, y basta de repetirlo, por favor.
La mano en el mouse, recorriendo la red, buscando cualquier ridículo tema que me saque de esto... y siempre volviendo al mismo link.
¿Qué irónico, no? Es como querer empezar una dieta y darte cuenta que para eso deberías tirar la leche condensada y los brownies que tenés en la bandeja. ¡Qué difícil! Jaja. Y esa es mi dulce metáfora. Y esa es mi adicción: a vos. Y he aquí mi empalagosa realidad.
domingo, 9 de agosto de 2009
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